La Extinción de Don Juan
Don Juan, decía George Sand, es hombre con cuerpo de mozo de
cuadra y alma de prostituta.
La literatura y el arte en general, tienen la virtud de
proceder por símbolos. Éstos, con el tiempo, se vuelven prototipos o elementos para
evidenciar una realidad no percibida todavía. Obras literarias como Don Juan
(1665) De Moliére, Don Juan Tenorio (1884) de José Zorrilla y del Moral, y El
Burlador de Sevilla y Convidado de Piedra (1630) de Tirso de Molina,
evidenciaron, desde el arte, una forma diferente de establecer relaciones entre
el hombre y la mujer, por fuera del convencionalismo moral y social. Se dio
paso al predominio del lenguaje sobre las conveniencias económicas y sociales. Don
Juan se volvió el ideal de muchos hombres, quienes soñaban con alcanzar el amor
de las mujeres, en vez del solo interés de éstas por una estabilidad. Pasó a
simbolizar esa parte, presente en todo hombre, en diferente grado, de seductor,
de cazador.
Don Juan solo contará en adelante para seducir a las
mujeres, con su atractivo físico, y más allá de éste, con su capacidad verbal
para despertar las más ocultas pasiones de ingenuas doncellas. “Saboreamos un
dulzor extremado, cuando conquistamos a fuerza de galanteos, el corazón de una
joven beldad” (Moliére). El lenguaje, de Don Juan, está fundamentado en la
exaltación de las cualidades físicas de la “víctima”. Frente a Charlotte dice: “No
debéis avergonzaros de oír que se os digan las verdades. Sganarelle, ¿Qué dices
de esto? ¿Es posible contemplar algo más agradable? Volveos un poco por favor.
¡Oh, qué lindo talle! Alzad un poco la cabeza, os lo ruego. ¡Qué cara tan
bonita! Abrid del todo los ojos. ¡Qué hermosos son! Dejad que vea vuestros
dientes, os lo suplico. ¡Oh, qué adorables son, y esos labios, qué apetitosos! Estoy
fascinado y os aseguro que jamás había visto una criatura tan encantadora” (Moliére).
El comportamiento, en contra de las normas sociales y
religiosas, lleva a Don Juan a ser desheredado por su padre. “Los hijos como tú
son hijos de Satanás” (Zorrilla). Ante los demás aparece como “la más mala
cabeza del orbe; y no hubo hombre alguno que aventajarle pudiera” (Zorrilla). Es
arriesgado y su suerte no parece tener igual “es proverbial su fortuna y
extremadas sus empresas” (Zorrilla).
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