Capítulo 0
Alfarería 1
—Recuerda, del polvo vienes, polvo eres y al polvo volverás.
El maestro lanzó la frase y dejó un suspenso, flotando en el
aire.
— ¿Ahora me colocará la santa ceniza?
El tono del aprendiz fue irónico y sarcástico.
— ¡Ah, eso!
El maestro pareció no haber dicho nada, solo mirar al
aprendiz con ojos apacibles.
—Nada.
Juvenal pareció no haber dicho nada también, pero entendió,
había dejado traslucir su hondo pensamiento. El impulso lo había llevado a
revelar su infantil aversión hacia los asuntos religiosos. La frase del maestro
lo volvió a los momentos de la infancia. El sacerdote pronunciaba la misma frase
antes de trazarle con ceniza la señal de la cruz en la frente. Era el signo de
inicio de la cuaresma católica.
El maestro, después de arquear su ceja derecha, dio un
cuarto de giro a su cuerpo hacia la derecha. Quedó de nuevo frente a la mesa
del torno. Encorvó su espalda. Apoyó sus manos sobre la arcilla húmeda. Comenzó
a darle vueltas al torno con su pie derecho. Su pie izquierdo reposaba sobre el
apoyo para pies.
***
El aprendiz, por su parte, se hundió en los recuerdos de la
infancia. Volvió al origen de su aversión hacia lo religioso. Habían terminado
de rezar el rosario. Tenía cuatro años. A su mente volvió la imagen de la casa
de campo. Le gustaba. Vivió en ella hasta los cinco años. Luego la familia se
vino a la gran ciudad.
Alfarería 2
— ¿Por qué vino?
El maestro, sin dejar de hacer lo suyo, sacó al aprendiz de
sus reflexiones.
—Mi padre me envió.
***
El aprendiz volvió a la imagen de su padre, justo al
terminar de rezar el rosario. “Vamos a persignarnos”, dijo. “Por la señal, de
la santa cruz…” Recordaba muy bien su reacción. Se rió con nerviosismo. Su
hermana menor tenía cara de pánico.
Alfarería 3
— ¿Eso quiere decir, lo obligaron a venir?
El maestro se oía algo decepcionado.
—Más o menos.
***
“Hazlo de una vez”, fue el grito airado del padre ante la
risa del pequeño. El niño se llevó el dedo pulgar a la frente. Comenzó a trazar
la señal de la cruz acompañada de las respectivas palabras. Antes de terminar,
volvió a ser poseído por la risa incontenible.
Alfarería 4
El maestro curvó sus manos alrededor de la arcilla, para
centrarla mientras giraba en el torno.
—Lo primero con la arcilla, es centrarla.
El maestro estaba ahora posesionado de su papel. Comenzó a
dar sus enseñanzas como si ante sí tuviera a un aprendiz esmerado, deseoso de
aprender el arte de la alfarería.
— ¿Qué dice?LOS LIBROS DE LUCAMO SE PUEDEN CONSEGUIR EN:
Papel (CreateSpace)
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