Distanciar el Yo
Algún día reciente comenté: Hoy me están saliendo las cosas
mal. Mi interlocutor contestó: Quizá te levantaste con el pie izquierdo. Estaba
seguro de no ser así, sin embargo dije: Tal vez debe ser por eso. Y estaba
seguro de no ser así, porque todos los días me levanto con el pie izquierdo. La
disposición de mi cama obliga a ello. Siempre debo poner en el piso, primero el
pie izquierdo, luego el derecho. Hago memoria y durante casi toda mi vida ha
sido igual. Más dije, tal vez es por eso. Pienso en lo dicho y encuentro una
sorprendente concreción del agüero, producto de una creencia arraigada en mi
inconsciencia. La sorpresa se hizo mayor, cuando me decidí a explorar los
recónditos orígenes de tal agüero. En algún oscuro laberinto se hallaba el mito
ambivalente de lo diestro y lo siniestro. En este vericueto se nos descubren
los conceptos del bien y el mal plantados con sus raíces aferradas a nuestra
visión del mundo.
¿Pero se mencionó mito? Eso quiere decir, entonces, en algún
lugar mental hay un sustento simbólico donde Dios y el Diablo libran su lucha
más encarnizada. Estos símbolos como todos los símbolos, remiten a referentes
materiales plasmados en múltiples representaciones icónicas como pueblos hay en
el mundo. Tras de cada imagen se exteriorizan los mitos, requeridos por cada
pueblo para existir, para darle forma a su realidad. A eso, lo llamamos
cultura. Es en ese sorprenderse frente a las múltiples conexiones culturales,
generadas por un desprevenido agüero, donde tiene comienzo esta investigación
sobre la cultura del suroeste antioqueño y sus formas simbólicas. A lo largo de
estas líneas iremos descubriendo cómo se construyen los imaginarios de una
cultura, cuando la exageración se toma la palabra en noches alumbradas y
calentadas por unas brazas de tizones, mientras arden en el fogón de leña.
Un simple acto del habla cotidiana oculta todo un mundo
simbólico adquirido culturalmente. Cada mundo simbólico particular, se
construye una y otra vez a través de la tradición oral hasta tomar una forma
compleja. En la tradición oral asistimos a la expresión de un mundo simbólico,
pero en un proceso más complejo, donde lo simbólico se articula con lo imaginario
y lo real. La tradición oral, incluso, va más allá. Da cuenta de las relaciones
mutuas entre sus diferentes aspectos, manifiestos en las esferas de la
producción, de las relaciones sociales y las prácticas ideológico-culturales de
la vida diaria dentro de una comunidad concreta.
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