domingo, 24 de julio de 2016

Extractos de Lucamo 6









Confesión 00

— ¿Me mandó usted a llamar, profesor?
Constancio Salcedo habló con gran respeto hacia el profesor Leopoldo Salas. Tenía fama de severo en la Facultad de Psicología. Corría la voz, cuando él mandaba a llamar a un estudiante, era porque éste estaba en problemas.
— ¿Puede decirme qué es esto? — preguntó el profesor Salas mientras levantaba la cubierta del texto sobre el escritorio.
Constancio leyó la portada:
“El confesionario como terapia psicológica”
“Monografía de grado para optar al título de Psicólogo”
“Presentada por Constancio Salcedo”
“Asesor: Fulvito Cristiano”
“Facultad de Psicología”
“Universidad de la Buena Esperanza”
Constancio leyó tres veces la portada, buscando algún error de ortografía o en la información contenida en ella, pero no pudo encontrarlo. El profesor Salas esperaba con la mirada puesta en él. Totalmente derrotado, levantó la mirada del texto para mirar al profesor de nuevo.
—No veo el error profesor —dijo tímidamente y preparado para recibir el regaño del maestro.
— ¿Qué error? —preguntó el profesor con desconcierto en su voz.
—Quizá es muy evidente, pero no lo veo.
Constancio habló con humildad y casi pidiendo al profesor, le señalara cuál era el error. Él volvía a leer la portada una y otra vez y no lo veía.
—No lo llamé aquí para hablarle de errores. Cuénteme, ¿cómo se le ocurrió la idea de esta monografía?
Constancio miró al profesor y al texto del escritorio varias veces, como dudando de lo dicho por el profesor Salas. Cuando por fin creyó entender la pretensión del profesor, relajó la tensión de su cuerpo. La sola presencia del profesor se la había causado. Se acomodó en la silla y pensó por un momento en cuál sería la mejor forma de satisfacer la solicitud. Cuando se consideró listo, respiró profundo y empezó su relato.
—La idea de esta monografía se me ocurrió en el verano pasado. Fui de vacaciones al pueblo Palo Magro. Quería tomarme un buen descanso. Ya estaba en la recta final de mi carrera. Quería tener toda la energía a rebozar para poder hacer mi monografía de grado. Decidí ir a descansar a ese pueblo. Allá vive una hermana de mi mamá. Estuvo dispuesta a acogerme durante el tiempo de vacaciones. Algo muy curioso me pasó allá. Desde mi llegada…

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sábado, 23 de julio de 2016

Extractos de Lucamo 5






La Extinción de Don Juan

Don Juan, decía George Sand, es hombre con cuerpo de mozo de cuadra y alma de prostituta.

La literatura y el arte en general, tienen la virtud de proceder por símbolos. Éstos, con el tiempo, se vuelven prototipos o elementos para evidenciar una realidad no percibida todavía. Obras literarias como Don Juan (1665) De Moliére, Don Juan Tenorio (1884) de José Zorrilla y del Moral, y El Burlador de Sevilla y Convidado de Piedra (1630) de Tirso de Molina, evidenciaron, desde el arte, una forma diferente de establecer relaciones entre el hombre y la mujer, por fuera del convencionalismo moral y social. Se dio paso al predominio del lenguaje sobre las conveniencias económicas y sociales. Don Juan se volvió el ideal de muchos hombres, quienes soñaban con alcanzar el amor de las mujeres, en vez del solo interés de éstas por una estabilidad. Pasó a simbolizar esa parte, presente en todo hombre, en diferente grado, de seductor, de cazador.

Don Juan solo contará en adelante para seducir a las mujeres, con su atractivo físico, y más allá de éste, con su capacidad verbal para despertar las más ocultas pasiones de ingenuas doncellas. “Saboreamos un dulzor extremado, cuando conquistamos a fuerza de galanteos, el corazón de una joven beldad” (Moliére). El lenguaje, de Don Juan, está fundamentado en la exaltación de las cualidades físicas de la “víctima”. Frente a Charlotte dice: “No debéis avergonzaros de oír que se os digan las verdades. Sganarelle, ¿Qué dices de esto? ¿Es posible contemplar algo más agradable? Volveos un poco por favor. ¡Oh, qué lindo talle! Alzad un poco la cabeza, os lo ruego. ¡Qué cara tan bonita! Abrid del todo los ojos. ¡Qué hermosos son! Dejad que vea vuestros dientes, os lo suplico. ¡Oh, qué adorables son, y esos labios, qué apetitosos! Estoy fascinado y os aseguro que jamás había visto una criatura tan encantadora” (Moliére).

El comportamiento, en contra de las normas sociales y religiosas, lleva a Don Juan a ser desheredado por su padre. “Los hijos como tú son hijos de Satanás” (Zorrilla). Ante los demás aparece como “la más mala cabeza del orbe; y no hubo hombre alguno que aventajarle pudiera” (Zorrilla). Es arriesgado y su suerte no parece tener igual “es proverbial su fortuna y extremadas sus empresas” (Zorrilla).

La imagen de sí, anima a Don Juan a seguir adelante. “El orbe es testigo de que hipócrita no soy, pues por doquiera que voy va el escándalo conmigo” (Zorrilla). “Por dondequiera que fui, la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí. Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo los claustros escalé y en todas partes dejé memoria amarga de mí.” (Zorrilla). 

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miércoles, 20 de julio de 2016

Extractos de Lucamo 4





Capítulo 0

Alfarería 1
—Recuerda, del polvo vienes, polvo eres y al polvo volverás.
El maestro lanzó la frase y dejó un suspenso, flotando en el aire.
— ¿Ahora me colocará la santa ceniza?
El tono del aprendiz fue irónico y sarcástico.
— ¡Ah, eso!
El maestro pareció no haber dicho nada, solo mirar al aprendiz con ojos apacibles.
—Nada.
Juvenal pareció no haber dicho nada también, pero entendió, había dejado traslucir su hondo pensamiento. El impulso lo había llevado a revelar su infantil aversión hacia los asuntos religiosos. La frase del maestro lo volvió a los momentos de la infancia. El sacerdote pronunciaba la misma frase antes de trazarle con ceniza la señal de la cruz en la frente. Era el signo de inicio de la cuaresma católica.
El maestro, después de arquear su ceja derecha, dio un cuarto de giro a su cuerpo hacia la derecha. Quedó de nuevo frente a la mesa del torno. Encorvó su espalda. Apoyó sus manos sobre la arcilla húmeda. Comenzó a darle vueltas al torno con su pie derecho. Su pie izquierdo reposaba sobre el apoyo para pies.
***
El aprendiz, por su parte, se hundió en los recuerdos de la infancia. Volvió al origen de su aversión hacia lo religioso. Habían terminado de rezar el rosario. Tenía cuatro años. A su mente volvió la imagen de la casa de campo. Le gustaba. Vivió en ella hasta los cinco años. Luego la familia se vino a la gran ciudad.
Alfarería 2
— ¿Por qué vino?
El maestro, sin dejar de hacer lo suyo, sacó al aprendiz de sus reflexiones.
—Mi padre me envió.
***
El aprendiz volvió a la imagen de su padre, justo al terminar de rezar el rosario. “Vamos a persignarnos”, dijo. “Por la señal, de la santa cruz…” Recordaba muy bien su reacción. Se rió con nerviosismo. Su hermana menor tenía cara de pánico.
Alfarería 3
— ¿Eso quiere decir, lo obligaron a venir?
El maestro se oía algo decepcionado.
—Más o menos.
***
“Hazlo de una vez”, fue el grito airado del padre ante la risa del pequeño. El niño se llevó el dedo pulgar a la frente. Comenzó a trazar la señal de la cruz acompañada de las respectivas palabras. Antes de terminar, volvió a ser poseído por la risa incontenible.
Alfarería 4
El maestro curvó sus manos alrededor de la arcilla, para centrarla mientras giraba en el torno.
—Lo primero con la arcilla, es centrarla.
El maestro estaba ahora posesionado de su papel. Comenzó a dar sus enseñanzas como si ante sí tuviera a un aprendiz esmerado, deseoso de aprender el arte de la alfarería.
— ¿Qué dice?

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martes, 19 de julio de 2016

Extractos de Lucamo 3





LA CLAVÍCULA DE LOS SUEÑOS

Segundo Premio, Cuarto Concurso Nacional de Cuento para Trabajadores, de la Cooperativa De Trabajadores De Empresas Públicas De Medellín, Colombia 1993.

El frasco de "Mata Siete" rodó de la mano casi inerte. Se oyó un estallido seco y varios fragmentos de vidrio quedaron dispersos por el suelo. El líquido venenoso se extendió por el piso como una gran mancha gris. Después, Adela Cáceres, solo escuchó:

—Suelten el esqueleto.

Fue como si la guadaña se la hubiera cortado. La cabeza de Adela hizo un movimiento brusco sobre la almohada y empujó el libro al piso. "La Clavícula de los sueños", de Ali Abdela, lo había adquirido en la Feria Popular del Libro de 1977. El libraco de edición pirata y de papel ordinario, pronto se había convertido en el talante de sus sueños. Parecían dictados por él. Cuanta imagen onírica cruzaba las noches de Adela, eran esclarecidas por aquellas páginas, ya amarillentas por el uso.

Las pesadillas de los últimos días habían sido sin igual. Soñó con manzanas, interpretadas por el libro como prohibiciones morales. Las serpientes la penetraron como instintos carnales. Y el esqueleto, amenazante, blandió su guadaña sobre ella. Los mensajes nocturnos no dejaron de sucederse señalando el desenlace fatal, como un mal augurio. Sin embargo, Adela esperaba no todo fuera como se leía allí.

Toda su vida estuvo marcada por el mismo sueño recurrente. Su destino era un granero lleno de trampas, pero ella no era el trampero, sino la rata desesperada, buscando algo de alimento. Cuando por fin alcanzaba el queso dejado como cebo, su cabeza quedaba atrapada entre la madera y los rígidos alambres. La imagen se le grabó sin duda desde la infancia. Vivió siempre en la misma casa del Barrio Antioquia. Al lado pasaba una quebrada de aguas negras. Servía de refugio a innumerables ratas. Algunas alcanzaban tamaños sorprendentes. La casa se mantenía plagada de roedores. Todo lo dañaban con sus dientes. Por eso su padre había construido un parapeto de madera para proteger el mercado. Cuando el viento se colaba, el cajón ahorcado por la soga amarrada a la viga del techo de la cocina, se mecía lentamente en el aire. También instaló trampas La mayoría de las veces no alcanzaban a matar a los animales. Con sensaciones de asco, Adela los vio arrastrarse con trampa y todo. Y otras tantas, ella debió golpearlos con un garrote hasta exterminarlos. Tal costumbre la asqueó y consiguió un gato. Éste al ver cómo las presas casi alcanzaban su tamaño, huyó sin más. Quedó solo la alternativa del veneno.

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