LO AUSENTE
Y el abuelo le dijo a su nieto:
Eriza tu oído, abre tu piel, espabila tu gusto, saliva tus
ojos y desorbita tu olfato porque grandes acontecimientos sacuden las palabras
para desterrar las preocupaciones. El mundo gira a nuestra medida. Aquí el
verbo alcanzará lo creado y lo no creado porque nada es esquivo a él. Ahora
serás atrapado por mi voz y transportado a la imaginación. Y no te extrañe
cuando veas las transformaciones de nuestra magia, porque si acaso buscas
unicornios, dragones, centauros, serpientes emplumadas o diosas langostinas, te
diré, seres semejantes y mil cosas más desfilarán por este ámbito del narrar.
Tú tienes la llave de entrada en tus oídos. La atención como un lazarillo fiel
nos llevará por el mundo de las historias. Ahora sí, entremos entonces... ¿Olvidaste
traer tu fantasía? ¿Cómo puede ser posible eso? Rebuja de nuevo en tu caja de
infancia a ver si puedes reconocerla. ¡Sí! La encontraste. No sabes cuánto me
alegro de ello. Ahora sí estamos listos y allá vamos.
LO SUBYACENTE
Lo cuenta la historia oral. La invasión de la langosta
comenzó cuando tres franciscanos fueron ahogados en la Laguna del Castigo,
nombre dado al lugar desde entonces. Habían ido a reclamar a unos invasores, la
usurpación ilegal de tierras, pero a cambio recibieron maltrato. Uno de ellos
alcanzó a emerger en medio de abundantes burbujas y cuando vio inevitable su
naufragio, dijo en un último esfuerzo: "Extiende tu mano sobre estas
tierras como lo hiciste en Egipto. Haz a la langosta posarse sobre ella hasta
acabar con todos sus cultivos". Desde entonces la langosta sigue el cauce
del Río Cauca para ir hasta la Costa Atlántica, pero en su recorrido, algunas
se desvían hacia los pueblos cercanos a la orilla del río, es así como llega a
Tierra Libre.
Historias como estas estaban almacenadas en la mente de
Simón desde niño y formaban el enorme caudal de experiencias vividas al lado de
hechos significativos. Estaban al lado de recuerdos como el de aquel domingo cuando
se encontraba durmiendo la siesta en compañía de Rosa Elvira y de Darío. Un
ruido fuerte se escuchó de pronto sobre el techo.
—Es una bruja —dijo Rosa Elvira.
—Darío, como usted se las da de valiente, vaya y la espanta
—dijo Simón.
Darío corrió pero a cerrar puerta y ventanas mientras decía:
—No podemos dejar entrar a ese animal porque estamos nonos,
si nos coge a los tres, nos acaba.
El ruido continuó hasta mitad de la tarde cuando una gran
lluvia de paja ripiada bañó a los durmientes. Los tres corrieron hacia el
corredor y allí se encontraron con la triste realidad. Efectivamente, un animal
estaba en el techo, pero no la bruja como creían todos. La langosta se había
comido el techo de iraca (paja toquilla). No había dejado rastro de la paja
seca. El techo y todo hacia donde fuera dirigida la vista, estaba tapizado de
langostas. Con sus cuerpos cubría todos los sembrados y no los abandonaría
hasta engullirlos por completo.
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